lunes, 20 de diciembre de 2010

LOS TIEMPOS QUE NO PASAN...




  No hay mucho para ver desde aquí.
Línea tras línea horizontales y verticales cortándose entre sí y cortando lo que me rodea; que es todo lo que hay. Todo ahí es tan bello, tan infinito, y yo, tan poco. Tan acotado.

  Los vientos hacen cantar las hojas de los árboles y el sol, único, se transforma en cientos a través su verde frondosidad. Y mientras las aves juegan a convertirse en la máxima alegoría de la libertad, procurando sobrevivir en constante lucha por sí y por nadie más, y las mariposas Renacen por unos días solo para amar y morir – quizás la misma cosa; yo no termino de nacer, ni crecer, ni morir, ni de amar; porque desde aquí, mascota, nada puedo ser sino un trofeo.

Soy una de esas extravagancias ancestrales de la idiocia humana que le dicta que tiene que Hacer y Tener para SER. Porque, en fin, el Hombre es lo que Hace y Tiene:

es Doctor, es Jefe y Dueño, y es Chofer;
es Pordiosero, es Empleado –“usado por”, en el real sentido de la palabra-,

es Pobre y es Pasajero…

Aquello que hacen y poseen es la fuente de lo que Son; y ese Ser, no se configura sino a través del espejo trunco de la comparación.

 Según este hombre, mi Carcelero, tengo un Símbolo que me representa, que Soy;
pero rechazo mi nombre, porque ni conozco este suelo que lastima mis manos, ni debería estar aquí,
los sonidos que me rodean deberían ser ruidos, y todo este aburrimiento debería ser ocio pacificador, y no algo sentido como el castigo que de hecho es...

  Por momentos me nace violencia del alma, como mi ser procurando salirse del cuerpo.
Golpeo, corro -corro en círculos- siguiendo los horizontes viciosos que me encierran y lanzo mordidas y rugidos novelescos. Me paro e imposto el ser. Sangro mis dedos rajando mis uñas-garras.
Trepo. Trepo y caigo preso de la física Newtoniana, de los motes que se le ponen a la mas divina creación, de la risa de los mares, del llanto de las aves y de todo su pesar.
 
Freno. Apoyo el mentón en el metal y miro por las barras todo lo bello. Pienso, sufro (según parece mi destino).

Luego veo que puedo escapar; copiar cualquier forma, asumir cualquier razón física, cualquier lógica universal. Pero entonces recuerdo mi destino y la función de mi ser; y me recuesto al sol. Ante ese Sol que aun me besa entre los vértices y horizontes que se quiebran y funden y me ecierran. Y miro... no hay mucho para ver desde aquí.
El encierro tampoco envejece...